8.12.06

La Ley de la Calle /Página/12 , año 1992....2006

En el año 1992, la directora de la Sección Psicología de Diario Página /12, Claudia Seltzer, invitó a un grupo de profesionales dedicados largamente, a temas que tienen que ver, con la infancia y adolescencia en situación de desventaja social, y entre los cuales me encontraba, junto a la Lic. Zacarias, a la avant premiére en el cine Libertador,de la película Las Tumbas, basada en el libro homónimo de Enrique Medina. A 14 años de ese artículo, este fue mi aporte, publicado entonces, luego de ver el film. En los últimos treinta años se han escrito infinidad de libros y artículos sobre la marginalidad. Los diagnósticos se presentaron en términos de exclusión social, la cual progresivamente, iba degradando la vida de un número cada vez mayor de individuos. La desintegración del aparato productivo con su correlativa alza en las tasas de desocupación, sigue siendo el caldo de cultivo que alimentan estas hipótesis. Sin embargo, la marginalidad es un concepto paradójico. El contacto con los llamados Chicos de la Calle plantea la cuestión de la marginalidad como un imperativo que altera los tiempos lógicos: la exclusión está en el origen. De lo que se trata es de la imposibilidad de acceso como premisa. El problema es la inclusión.Los hijos de los excluidos son los no incluidos de hoy. Treinta años después cientos de miles de adolescentes, que no tuvieron el privilegio de pertenecer, sólo obtienen su status legal a través de un delito que los legitima. Solos en la madrugada pierden su condición de N.N. en una comisaría. A esa hora el registro civil está cerrado. Para muchos, la existencia social es el resultado de un operativo policial. El ingreso a La Tumba sostiene burocráticamente la inscripción y la pesadez insoportable de ser ahí y sin zapatos de goma. De aquí en más un universo de restricciones se abre, la ley de la calle como la supervivencia del más apto, procesa la selección. La imposibilidad del retorno a lo presocial informa de la naturaleza de una cultura. Muchos de los chicos con los que trabajamos recorren esta secuencia. A veces, entonces, se trata más de habilitación que de reinserción. La tarea se inicia desde lo psicoeducacional. Primero habrá que calmar el frío y el hambre. Comienza el arduo intento de trasmitir hábitos primarios y un cierto orden que facilite el camino desde un pensamiento concreto a la adquisición de nociones abstractas. Las dificultades son muchas, los déficits alimentarios, a veces asociados al consumo de tóxicos que suelen ser paliativos contra la vigilia hambrienta, se traducen en escasez de recursos simbólicos, esto es, entre otras cosas, menor capacidad para aprender. Pero éste no es el único obstáculo. Sobre todo tener en cuenta que, cuando se filma La Peste, se estrenan Las Tumbas.

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